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La farsa de Halloween

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Halloween es una tradición de origen celta para celebrar el fin de verano y las cosechas irlandesas. Es una fiesta de origen pagano que se celebra la noche del 31 de octubre, víspera del Día de Todos los Santos (en su versión cristiana), y que tiene sus raíces en el antiguo festival celta conocido como Samhain, que significa fin del verano y se celebraba al finalizar la temporada de cosechas en Irlanda para dar comienzo al año nuevo celta

Ya que es una tradición principalmente celta es que se celebra en países anglosajones como Irlanda, Canadá, Australia, Inglaterra y Estados Unidos

Junto con otras festividades, Halloween llegó a Estados Unidos con los primeros colonos irlandeses en las primeras décadas de 1800, aunque recién en 1920 se festejó como algo nacional. Durante esa noche se creía que los espíritus de los difuntos caminaban entre los vivos, y se realizaban fiestas y ritos sagrados que incluían la comunicación con los muertos. Además, era habitual colocar una vela encendida en las ventanas para que los muertos “encuentren su camino”.

La mayor difusión mediática y cultural de esta fiesta proviene de Estados Unidos, ya que es el mayor mercado de consumo del mundo, de los medios de comunicación y monopoliza los dibujos animados y el cine. Así es que se fue potenciando con los años esta celebración y sus símbolos, hasta transformarlos en un festejo masivo y globalizado.

Nuestro país no es la excepción. Muchos son los que han adoptado esta tradición y cada 31 de octubre hay más personas que hacen suya esta festividad. Salen disfrazados a pedir golosinas u organizando fiestas de Halloween. En su mayoría barrios de clase media alta, con la tendencia de expansión hacia los barrios más pobres.

Lo que suele pasar es la utilización de la popularidad de estas fiestas para exacerbar el consumo y vaciar de contenido la celebración. Queda sólo como un momento de encuentro y de gasto.

En este sentido podemos ver con claridad que se difunde solo lo que da rédito. Ya que ni siquiera nuestras propias costumbres son difundidas. Desde la “enseñanza” banal de folclore en las escuelas primarias, lavado de todas las creencias y cultura indígena hasta la negación de nuestros pueblos originarios, los que fueron casi eliminados tras el genocidio de la colonización. Aunque se “ponga de moda” el carnaval andino, las comunidades se encuentran en situación de miseria, hambre y marginalidad.

Las costumbres ancestrales de los pueblos indígenas también han sido históricamente acalladas y despreciadas, imponiéndose la banalidad y el consumo. Sin ir más lejos la arraigada tradición de la pachamama fue reconocida hace pocos años.

Es pública y notoria la dependencia cultural de los países periféricos con relación a las grandes potencias imperiales, con todo el aval absoluto de las clases dominantes. La cultura es también un recurso ya elegido como mercancía de explotación

Una vez más se trata de la hegemonía, en este caso cultural que, como siempre, viene de la mano del consumismo y de quién la promociona, el capitalismo dependiente, mirando a USA y multiplicada por la tele y las redes sociales.

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