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Honduras: la crisis se agrava y la resistencia crece

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Una situación muy preocupante se ha planteado en Honduras desde las elecciones del 26 de noviembre pasado. Es una etapa más de una crisis jamás resuelta desde la destitución y la expulsión el 28 de junio de 2009 del presidente Manuel Zelaya. Desde aquella fecha, los sectores económicos dominantes bajo las órdenes del imperialismo norteamericano demostraron su incapacidad por renovarse en el poder mediante los mecanismos que suelen ser aplicados con cierto éxito en la región. La destitución de Zelaya fue en sí una muestra cabal de dicha incapacidad, al violar todas las normas y reglas establecidas de la democracia burguesa que sus apologistas tanto resaltan como única vía posible para dirigir un país, y llaman a su respeto cuando se les conviene. Decimos cuando se les conviene, porque esos apologistas elaboran una serie de elucubraciones unas más incongruentes e incoherentes que otras para justificar lo injustificable ante las pruebas de un fraude electoral en Honduras en noviembre pasado. Pues sin necesidad de ser un erudito, cualquiera entiende que se trata de otro golpe a la llamada democracia hondureña.

Ahora, si bien es cierto que, en 2009, los golpistas habían impedido durante un buen tiempo el regreso de Zelaya al país y habían podido controlar la resistencia popular en contra del golpe, esta vez todo parece indicar que la correlación de fuerzas cambió. Es que el movimiento popular ganó en experiencias y fuerza, el régimen está cada vez más desprestigiado y debilitado, y la gran resistencia popular que había suscitado la admiración en el mundo, no fue en vano. Había marcado un hito en la historia del país con sus cortes de rutas, movilizaciones masivas y combativas.

De hecho, también, luego de tantos años sin poder resolver los problemas de la inmensa mayoría del pueblo, al aplicar los planes neoliberales dictados por los organismos internacionales, tales como el FMI y el BM, para mantenerse en el poder, los gobernantes tuvieron que organizar elecciones cada vez más fraudulentas. Y como el descontento popular creció al mismo tiempo que la crisis económica, social y política, esto se evidenció en la elección pasada.

El Consejo Electoral, por arte de magia no proclamó la victoria del candidato opositor, Salvador Nasralla, sino que informó de una leve ventaja del actual presidente, Juan Orlando Hernández que, según la Constitución del país, no podía presentarse a la reelección inmediata.

La respuesta popular no se hizo esperar. Los primeros en cortar las rutas fueron los miembros del COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras). Y esto, a pesar de que el COPINH había declarado su oposición a toda participación en esa contienda porque consideraba que iba a haber fraude. Luego, una marea humana empezó a ganar las calles y las rutas, demostrando una contundencia que obligó a algunos observadores internacionales a dar marcha atrás luego de un primer intento por avalar la barbaridad que se había producido. Una delegada de la UE fue la primera en denunciar algunas anomalías comprobadas, corroborando las denuncias de Nasralla en cuanto, por ejemplo, a la doble impresión de actas oficiales. Situación que hizo retroceder también a la OEA.

Eso marcó un quiebre que se notó cuando los cuerpos policiales anunciaron que no iban a reprimir a los manifestantes. Algo insólito en la historia de Honduras, y que mostró al mundo que algo anormal había ocurrido. Así, hasta ahora, no se ha podido proclamar el resultado definitivo de la contienda. En este sentido, podemos considerar que hubo una victoria parcial del pueblo.

Ante tantas dificultades e incertidumbres, podemos pensar en dos alternativas: la anulación de los comicios o el recuento de todos los votos. Pero, con la gente en la calle, no se puede descartar la aparición de otra alternativa todavía no contemplada. Inclusive, si la lucha popular sigue creciendo, no se puede descartar alguna muy mala sorpresa para el imperialismo y sus vasallos en Honduras. De ahí, también la importancia de la solidaridad internacional para con la lucha de los sectores populares hondureños.

                                                                                                   HENRY BOISROLIN

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