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Haití: la lucha sigue

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Luego de más de un año de inestabilidad política y después del aplazamiento de las elecciones en 4 ocasiones y anulación de los comicios de 2015 ante las masivas protestas y el fraude comprobado por 2 Comisiones de verificación Electoral, Jovenel Moïse ha sido designado por el Consejo Electoral Provisorio como ganador en primera vuelta de las elecciones del 20 de noviembre de 2016. Con esta consagración, la presencia imperial en Haití consolidó su espacio de poder con la asunción de este empresario bananero sin recorrido político como nuevo presidente del país el 7 de febrero.

Esto se debe a que el PHTK (Partido Haitiano Calvo) de JM tiene como principal referente al ex presidente Michel Martelly, que durante sus 5 años de gobierno no sólo despilfarró los recursos del país, sino que pasará a la historia como uno de los más corruptos, entreguistas y sumisos a los dictámenes de lo que se denomina en Haití Comunidad Internacional bajo la hegemonía del imperialismo norteamericano.

La presidencia de Martelly (2011-2016) representó una consolidación del sistema neocolonial impuesto hace más de un siglo desde la primera ocupación militar norteamericana (1915-1934). Su propio eslogan “Haití abierto a los negocios” y el desarrollo de las zonas francas permitiendo a empresas extranjeras explotar aún más a los trabajadores haitianos como así también la decisión política de entregar tierras de los campesinos a inversionistas extranjeros para emprendimientos turísticos expulsando a los habitantes, mostraron el carácter reaccionario y neocolonial de su gobierno.

Y cuando el nuevo presidente reconoce que Martelly es su mentor, es indudable que el rumbo no cambiará. Un presidente que ha recibido elogios de esa Comunidad Internacional, a pesar del reconocimiento oficial que sólo participó el 21% del electorado. Cabe recordar que, sobre un padrón de 6.200.000, JM sacó menos de 600.000 votos. Lo que representa un déficit de legitimidad importante luego de más de 22 meses de campaña electoral con enfrentamientos, denuncias de fraudes, anulación de comicios, etc. Y esta situación es aún más complicada, cuando hasta ahora los 3 principales candidatos no reconocen su victoria y denuncian que su asunción como presidente es el resultado de un golpe de estado electoral. Una victoria protegida por las metralletas y los tanques de la Policía Nacional de Haití y sobre todo de la Misión de las Naciones Unidad para la Estabilización de Haití (MINUSTAH), verdaderas tropas de ocupación desde junio de 2004.

El escenario, por tanto, sigue siendo el de la lucha por la desocupación del país; es decir por la recuperación de nuestra soberanía y nuestro derecho a la autodeterminación. Y en una sociedad cada vez más empobrecida, más dependiente, donde los derechos elementales de los haitianos no son respetados y la inmensa mayoría está excluida, se trata de una violencia, y dicha violencia es inadmisible y provoca inestabilidad permanente. Tratar de justificar o explicar la presencia de la MINUSTAH a partir de esta inestabilidad -tal como lo hacen los dirigentes de la Comunidad Internacional- es una actitud perversa y cínica. Es por eso, que la única respuesta válida sigue siendo: la rebelión popular. Es el objetivo, el desafío que ha de tomar raíz en el seno de las masas organizadas por los verdaderos patriotas.

                                                                                      HENRY BOISROLIN

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