Internacionales
Gravísimos ataques yanquis contra Venezuela
El 23 de febrero era el día previsto para que la “ayuda humanitaria” entrara a Venezuela. En Cúcuta, ciudad fronteriza con Colombia, se había preparado el terreno. Estaban presentes Marcos Rubio (legislador republicano de EE UU), Juan Guaidó, autoproclamado presidente encargado, los presidentes de Colombia y Chile, Duque y Piñera, además de importante cantidad de medios nacionales e internacionales.
Además de artistas “renombrados” que realizaron un Festival que daría el marco necesario para concretar la denominada Operación Cúcuta. El gobierno venezolano manifestó con firmeza que impediría esa entrada y cerró la frontera, además de denunciar en la OEA y en la ONU, la injerencia y la intromisión de esos países en las decisiones políticas y en la soberanía del país.
El gobierno de Colombia cedió su territorio para esta operación dirigida directamente por el Departamento de Estado con los lineamientos del Comando Sur y la participación de “guarimberos” profesionales venezolanos, paramilitares colombianos y fuerzas especiales estadounidenses y el inmenso aparato de terrorismo comunicacional.
Fracasó porque no lograron vulnerar la seguridad fronteriza defendida por la FANB (Fuerza Armada Nacional Bolivariana), las milicias populares, los colectivos, etc. con la participación de trabajadores, campesinos y estudiantes que se movilizaron en el lugar y en el resto del país. Tampoco los militares colombianos y brasileros estaban del todo de acuerdo con participar en la invasión.
Tras el fracaso de la Operación Cúcuta, Guaidó hizo una gira por Paraguay, Brasil y Argentina, siendo recibido por los presidentes proimperialistas respectivos, y regresó a Venezuela, sin que el gobierno de Maduro tomara medidas en su contra. Desde Caracas, sigue operando en contra de su país y aceptando las órdenes que emanan de Washington.
La estrategia de EE UU es ahogar a Venezuela económica y financieramente. Ya lo había hecho al congelar cuentas y activos de este país, sobre todo de la petrolera PDVSA. Las sanciones se han profundizado y las refinerías de EE UU suspendieron la compra de 500.000 barriles diarios de petróleo a Venezuela, cuota que fue absorbida por China y principalmente por India, lo que le ha valido advertencias y amenazas del imperio.
La nueva hoja de ruta para desestabilizar incluye acciones bélicas encubiertas, la aplicación de guerra psicológica que generen violencia e incluso confrontaciones internas. Los sabotajes a instalaciones eléctricas, producidos a partir del 7 de marzo, dan cuenta de ello. La OTAN definía con claridad que: “la interrupción del abastecimiento energético de una nación, puede destruir la economía y el entramado social de un país, de una forma similar a una guerra aún sin haberse disparado un solo tiro”.
El ataque al sistema eléctrico se efectuó en tres fases y con una tecnología que sólo posee EE UU: ciberataque al cerebro del sistema computarizado de la empresa CORPOELEC y el ciberataque desde el exterior al cerebro de conducción ubicado en Caracas; el segundo ataque vía electromagnética que mediante dispositivos móviles interrumpen y revierten los procesos de recuperación.
La última fase se realizó con la quema y explosión de la subestación eléctrica ubicada en el Estado Miranda que dejó sin luz a toda Caracas. No sólo fue un apagón. El corte de expendio de gasolina llevó al colapso del transporte colectivo e individual, el bombeo de agua corriente, la caída de las comunicaciones, Internet, televisión, el control aéreo y la muerte de pacientes internados por la imposibilidad de operarlos o aplicarles diálisis.
A pesar de estos criminales ataques, el bravo pueblo venezolano resiste, el gobierno ordenó la investigación sobre la autoría y pidió colaboración a China, Rusia, Irán y Cuba para concretarla. Maduro reiteró el llamado al diálogo a los EE UU y creó una Comisión encabezada por Delcy Rodríguez a ese efecto, a pesar de haber dado plazo hasta el viernes 15 para que los diplomáticos estadounidenses que aún se encuentran en Venezuela, abandonen el país.
El peligro no ha cesado. Y ahora más que nunca Venezuela necesita la solidaridad de gobiernos y pueblos del mundo que no se doblegan ni son cómplices de Estados Unidos. Esta es la trinchera donde milita el antiimperialismo de nuestro Partido de la Liberación.