Juventud
EL LEGADO DE TOSCO
Los programas históricos del movimiento obrero
El 5 de noviembre se cumplió un nuevo aniversario del fallecimiento de Agustín Tosco, y desde las Agrupaciones de Base Clasistas (ABC) le rendimos homenaje, porque su lucha contra la podrida burocracia sindical mantiene vigencia hoy, a casi 50 años de su desaparición física.
Agustín fue, junto a Raymundo Ongaro, René Salamanca, Atilio López, Jorge Weisz, Víctor Hugo Paciaroni, etc, un representante genuino de la clase trabajadora, que luchaba no sólo por conquistas laborales, sino fundamentalmente, por una sociedad sin explotación y por terminar con la dominación imperialista en nuestro país y la Patria Grande.
El histórico debate que protagonizó con el entonces secretario general de la CGT, José I. Rucci, en febrero de 1973, es de obligada lectura y análisis para la militancia antiburocrática, porque los conceptos que él vierte en esa entrevista tienen una extraordinaria actualidad. Tosco rechaza con vehemencia la concepción burocrática estrecha que expresa Rucci, y como contrapartida reivindica el sindicalismo de bases, que consulta en asambleas el rumbo a seguir, pero a la vez mantiene una clara línea política antiimperialista, antimonopólica, democrática y popular.
Agustín expresa en ese debate que la verdadera división no es entre peronistas y antiperonistas, “sino entre quienes están consecuentemente con la lucha del pueblo y quienes están con la entrega”.
Tosco y la CGT de Córdoba, cuyo secretario general era Atilio López, de UTA, adherían a la CGT de los Argentinos, dirigida por Ongaro, y donde también actuaban Rodolfo Walsh y Emilio Jáuregui. El programa de esa CGT, dado a conocer el 1 de Mayo de 1968, forma parte del valioso legado del sindicalismo combativo del país. Junto con los de Huerta Grande y La Falda, más el del Sitrac-Sitram -este último no siempre citado incluso por corrientes antiburocráticas del movimiento obrero -, exceden el mero reclamo sindical para plantear cambios profundos en la estructura económica, social, cultural y política de nuestro país. A pesar de los años transcurridos, la mayor parte de sus planteos tienen una vigencia asombrosa.
Los programas de La Falda (1957) y Huerta Grande (1962) son expresión del peronismo de la resistencia al golpe gorila de 1955. Sus planteos son nacionalistas y promueven cambios profundos, como el control estatal del comercio exterior y la liquidación de los monopolios extranjeros de importación y exportación. Proponían la nacionalización de los bancos y el establecimiento de un sistema bancario estatal y centralizado; el desarrollo de la industria nacional de acuerdo a las necesidades del país; la nacionalización de los sectores claves: siderurgia, electricidad, petróleo y frigoríficas. Respecto a la deuda externa se planteaba el “desconocimiento de los compromisos financieros firmados a espaldas del pueblo”. Y en relación al agro se proponía la expropiación de los latifundios y la promoción de cooperativas agrarias, bajo el lema “que la tierra sea de quien la trabaja”.
Bajo el título Justicia Social ambos programas se pronunciaban por el control obrero de la producción y distribución de la riqueza nacional, con participación efectiva de los trabajadores en la dirección y las ganancias de las empresas privadas y públicas, así como el control popular de los precios de la canasta familiar.
En cuanto a la Soberanía Política, el planteo era el “fortalecimiento del Estado Nacional Popular, tendiente a lograr la destrucción de los sectores oligárquicos antinacionales y sus aliados extranjeros, y teniendo presente que la clase trabajadora es la única fuerza argentina que representa en sus intereses los anhelos del país mismo, a lo que agrega su unidad de planteamientos de lucha y fortaleza”. Promovieron una “política internacional independiente” y la “solidaridad de la clase trabajadora con las luchas de liberación nacional de los pueblos oprimidos”.
El programa de la CGT de los Argentinos, surgida del Congreso Amado Olmos y publicado en la primera edición del periódico de la central obrera, el 1 de mayo de 1968, constituye casi una plataforma de gobierno, pues además de ratificar los postulados de los dos programas precedentes, le sumaba una clara posición en contra del sistema capitalista: “La clase trabajadora argentina no reprueba una forma determinada del capitalismo, las cuestiona a todas”. “La historia del movimiento obrero, nuestra situación concreta como clase y la situación del país nos llevan a cuestionar el fundamento mismo de esta sociedad: la compraventa del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción”.
El movimiento obrero se identificaba así con las luchas históricas por la liberación nacional y social, por la destrucción del sistema capitalista y la construcción de una patria socialista.
A ello se le sumaba una despiadada crítica a la dirigencia burocrática y “colaboracionista” con la dictadura de Onganía, representada por el vandorismo en la otra CGT, de Azopardo.
El programa del Sitrac-Sitram (gremios cordobeses de las fábricas Concord y Materfer) surgió de un Congreso de Gremios Combativos, realizado en Córdoba, en mayo de 1971, a dos años de la gesta obrera y popular del Cordobazo. Además de los planteos obreros similares a los anteriores, se distinguía porque convoca a la formación de un Frente de Liberación Nacional y Social, que aglutinara a todos los sectores oprimidos (campesinos pobres, obreros rurales, capas medias urbanas, curas del Tercer Mundo, intelectuales progresistas, el estudiantado) bajo la dirección de la clase obrera. Para esos delegados clasistas, el Frente era el “instrumento apto para derrotar a las minorías reaccionarias que detentan el poder coaligadas al imperialismo, instaurando mediante la lucha popular y las movilizaciones de masas un gobierno popular revolucionario dirigido por la clase obrera que pueda asegurar el cumplimiento del presente programa, concretando la revolución democrática, antimonopolista y antiimperialista, en marcha continua hacia el socialismo”.
Tosco formó parte de una generación de sindicalistas combativos que no se conformaba con el corsé de luchar solo por el salario o en la defensa del convenio colectivo de su sector. Eran dirigentes con una clara visión política, que veían los problemas reales del país y por ello en esos Congresos se discutían cuestiones tan profundas como las que luego se plasmaron en esos programas.
Hoy nos encontramos en una de las peores crisis que nos toca atravesar como pueblo trabajador porque tenemos un gobierno entreguista y ajustador. Además estamos en presencia de un presidente fascista, que promueve la destrucción del Estado, el sometimiento al imperialismo yanqui y el sionismo, reprime las manifestaciones populares y persigue a los luchadores.
Quienes, con la mayor humildad, defendemos el legado de Agustín Tosco y aquellos sindicalistas que fueron protagonistas de grandes luchas obreras y rebeliones populares, tenemos la obligación de aprender, no de manera dogmática sino creativa, de esos programas, y fundamentalmente, de la práctica consecuente de aquellos dirigentes.
IRINA SANTESTEBAN