Liberación - Órgano de Prensa
El dólar por las nubes y más inflación
Al momento de escribir estas líneas, el dólar norteamericano llegó a los $25, a pesar de las medidas adoptadas por el Banco Central y la supuesta calma que supuestamente traería el inicio de conversaciones con el Fondo Monetario Internacional.
Comparado con el cierre del año pasado, el dólar quedó más de un 25% por arriba: el 29 de diciembre último, la cotización final había sido $18,92.
El discurso oficial vuelve a relativizar el impacto que esta suba -que, en rigor, refleja la depreciación del peso frente al dólar- tendrá en los precios. El Ministro de Producción, Francisco Cabrera, se refirió a la fuerte corrida cambiaria como algo “coyuntural” y aseguró que no había habido cambios en los precios. Si bien algunos funcionarios reconocieron recientemente que habían “subestimado” esta relación, a la hora de fingir que la situación está bajo control vuelven a desconocer estas relaciones.
Lo cierto es que antes de esta nueva “tensión cambiaria” (como gusta decir la prensa especializada) los precios ya habían subido un 10% en el año, según el relevamiento que realiza el Instituto Estadístico de los Trabajadores (IET). En base a esos datos, el IET recalculó su estimación anual, estimando que los precios subirán un 24,5%. Esa cifra no es una elucubración descabellada: la consultora Ecolatina (cuyo economista jefe es hijo del ministro de la dictadura, Lorenzo Sigaut) hablaba ya de un 24%, mientras que el Relevamiento de Expectativas del Mercado que lleva el banco Central arrojaba un 22% promedio en los primeros días del mes.
Como señalamos, esas estimaciones se publicaron cuando comenzaba la escalada; el relevamiento del central se difundió cuando el dólar rondaba los $22, y la entidad monetaria intentaba calmar a los grandes actores financieros asegurando que usaría toda su artillería para mantenerlo en ese nivel. Un día después Dujovne anunciaba un feroz ajuste, bajo la forma de una reducción del déficit fiscal previsto, 5 días más tarde anunciaba un pedido de crédito al Fondo Monetario y a los 8 días la divisa cotizaba un 4,5% más. Cabe destacar que el Central “logró” una baja al final de la jornada, luego de vender más de u$d 1.000 millones a un precio más bajo. En las góndolas ya se perciben subas de entre el 5% y el 15% en distintos productos.
Quienes subestiman el impacto devaluatorio suelen señalar que los bienes argentinos se intercambian en moneda nacional y que -por lo tanto- no tendría por qué haber una relación muy estrecha. Sin embargo, cada vez que se produjo una devaluación, los precios iniciaron una nueva escalada.
La realidad es que bienes esenciales tienen sus precios ligados a los valores internacionales (harinas, naftas, por ejemplo), y además los monopolios que más pesan en la evolución inflacionaria evalúan sus utilidades en moneda extranjera. Otro aspecto que empuja las subas son insumos y componentes extranjeros en muchos productos que se fabrican o se ensamblan en el país.
A eso se suma la decisión del gobierno de dolarizar las tarifas, descargando directamente en los sectores de menores recursos la provisión de servicios fundamentales para la población y para el desarrollo económico.
Las periódicas devaluaciones que ha sufrido el peso tienen que ver con la falta de acceso propio a moneda extranjera: una economía donde los resortes fundamentales están ligados al sector externo (tanto por la intervención de empresas extranjeras como la orientación de la gran burguesía local hacia el mercado externo) siempre obtiene menos dólares que los que se van. El gobierno disimuló un poco ese desbalance luego de la devaluación inicial y el pago a los Buitres, mediante el endeudamiento masivo.
El plan de sostener la estabilidad mediante el endeudamiento masivo está mostrando sus límites. Acudir al FMI sólo traerá nuevos ajustes, despidos, rebajas jubilatorias, apenas para mantener la voracidad del capital financiero.
El martes 15 vencen LEBACS por más de la mitad de las reservas en dólares que tiene el Central: 30.000 millones de dólares. Es indispensable frenar este desatino, lo que requiere no sólo de la unidad y la lucha, sino de un programa que avance fuerte contra los monopolios y forje la soberanía económica, único camino para no repetir estas crisis que benefician a unos pocos y traen miseria a la enorme mayoría.
JORGE RAMÍREZ