Juventud
Dos coincidencias tácticas con el trotskismo y cinco diferencias de fondo
El Partido de la Liberación (PL) ex Vanguardia Comunista, es marxista-leninista-sanmartiniano, y los partidos integrantes del FITU son trotskistas. No pueden ni deben ser metidos todos en la misma bolsa de “izquierda”, como hacen a menudo los medios o incluso parte del activismo. La verdad es que tienen algunos puntos de coincidencia y en nuestro caso son más las diferencias, que no son precisamente menores.
Empecemos por las coincidencias.
Coincidimos con el FITU en valorar su justa lucha en los movimientos sociales de desocupados, dentro de Unidad Piquetera, y en algunos gremios, como el conflicto del neumático (SUTNA).
La segunda coincidencia, ligada a la anterior, es que ellos y nosotros repudiamos el ajuste llevado a cabo antes por el macrismo y desde 2020 por el gobierno del Frente de todos, con mayor intensidad desde marzo de 2022 con el acuerdo con el FMI.
¿Cómo se expresan esos puntos de acercamiento? En que participamos de marchas a la par de las organizaciones del FITU, nos solidarizamos con Eduardo Belliboni ante las amenazas de muerte proferidas por el fascista diputado José L. Espert, saludamos varias de las intervenciones en la cámara de la diputada Myriam Bregman, de buena trayectoria en Derechos Humanos. Etc.
Esa táctica nuestra se llama unidad en la acción, o apoyo crítico en los casos puntuales en que hemos votado la lista del FITU en alguna elección no habiendo otra opción mejor.
LAS DIFERENCIAS
La primera diferencia que tenemos con los partidos trotskistas en relación a Argentina es en la valoración positiva que tenemos de la Generación Revolucionaria del ‘70, de la que VC formó parte. Es la Generación de los 30.000 desaparecidos. El grueso de los dirigentes trotskistas no formó parte de la misma. Siempre fueron reformistas, electoralistas, sindicaleristas, y acusaron a las organizaciones armadas revolucionarias de foquistas y a nosotros de stalinistas. Ni lucharon antes contra el golpe ni lo hicieron después, exiliándose la mayoría de sus dirigentes.
La segunda diferencia actual es que ellos luchan contra el ajuste, pero no tienen una estrategia revolucionaria de elevar esos conflictos y reclamos al nivel más elevado de la lucha de clases. Se quedan en el plano de los piquetes, sin promover rebeliones populares incluso Argentinazos como es nuestro objetivo: lo fue en los ‘90, en el 2001 y lo es hoy. Lo del trotskismo es partir del acampe y luego elevar y juntar votos para tener más diputados, concejales, bancas, etc. Su esencia electoralista no ha cambiado.
La tercera diferencia es que los trotskistas son muy sectarios, incluso entre ellos mismos; se pelean ferozmente por un cargo en una lista de un gremio o de una elección nacional. Ese sectarismo, salvo excepciones, lo profundizan hacia otros sectores de izquierda, como el PL, por ser “stalinistas”, y también hacia los compañeros peronistas combativos, muy bardeados por un trotskismo que en general es bastante gorila y antiperonista. Así como les costó ver un matiz de diferencia entre Scioli y Macri en la elección de 2015 (“Son lo mismo”, decía Del Caño), también les cuesta ver una diferencia entre Massa y Soberanos, entre Alberto Fernández y Julio de Vido, entre los burócratas de la CGT y la Celeste y Blanca de ATE.
La cuarta diferencia, ligada a la anterior, es que el trotskismo no reconoce etapas de la revolución nacional y antiimperialista en los países dependientes como Argentina. Se oponen al Frente Antiimperialista porque el enemigo sería “la burguesía” y el capitalismo en general, sin distinguir entre pequeña y mediana burguesía nacional, y la gran burguesía monopolista aliada del imperialismo. Para el PL la línea divisoria es Pueblo o monopolios, Patria o Fondo Monetario Internacional, por la Segunda y definitiva independencia. Para ellos es socialismo desde el vamos, proletariado versus burguesía.
La quinta diferencia es de política internacional. Nosotros apoyamos a Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, México, Irán, China, etc, en tanto los trotskistas denigran y atacan a esos gobiernos y países con diferentes argumentos. Que son burgueses, que son represivos, que han restaurado el capitalismo, etc. Una de las mayores consecuencias negativas al respecto es su postura en la guerra de Ucrania, donde objetivamente se alinean con la OTAN y el imperio yanqui contra la Federación Rusa y las repúblicas del Donbass que venían siendo masacradas desde 2014 por el gobierno de Ucrania. En particular el MST y la Izquierda Socialista son los más reaccionarios en este punto. Hacen marchas contra Rusia, colectan fondos para el gobierno ucronazi de Zelensky, como si este necesitara ayuda además de los 50.000 millones de dólares y armas que le proporcionan EE UU y la OTAN.
Como parte de esta quinta diferencia, en lo ideológico y estratégico, es que ellos demonizan a José Stalin y valoran como figura más encumbrada de la revolución rusa y mundial a León Trotsky. Para el PL el líder soviético que presidió la URSS entre 1923 y 1953 fue un dirigente socialista y comunista que condujo la construcción del socialismo allí y además dirigió política y militarmente la Gran Guerra Patria salvando al mundo del nazismo. Eso es lo esencial, sus errores son lo secundario. Trotsky, en cambio, sólo trabajó bien entre julio de 1917 y la paz de Brest Litovsk en 1919. Siempre fue un semimenchevique que desde 1923 degeneró en contrarrevolucionario, complotó contra la URSS y aún en vísperas de la invasión alemana seguía diciendo que para enfrentar a los germanos primero había que “derrocar la dictadura del stalinismo”.
Sobre este último tema recomiendo estos libros: los dos tomos de Editorial Anteo con los escritos de Lenin contra Trotsky; La otra mirada sobre Stalin, del marxista belga Ludo Martens, y Stalin: Historia y Crítica de una Leyenda Negra, de Domenico Losurdo.
SERGIO ORTIZ