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Confirmado en Siria, Trump un grave peligro para la paz mundial
El 4 de abril hubo un ataque con armas químicas contra la población siria de Jan Shijún, con un saldo de 87 muertos, entre ellos una treintena de niños, y centenares de heridos. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos, alineado con los grupos terroristas que desde 2011 buscan derrocar a Bashar al Assad, atribuyó ese ataque a aviones rusos y sirios, aunque no presentó ninguna prueba.
Esa versión, de que la presidencia de Siria era el responsable, fue la misma que propalaron rápidamente las autoridades de Estados Unidos, la Unión Europea y aliados suyos como Israel, Arabia Saudita y Turquía.
Ese clima de linchamiento mediático y diplomático de Al Assad era lo que necesitaba Trump para su agresión. Dos días más tarde de lo sucedido en Jan Shijún, madrugada del viernes 7, 59 misiles volaron desde dos barcos norteamericanos, USS Porter y USS Ross, que se encontraban en el Mediterráneo oriental y atacaron la base aérea siria de Shayrat. Provocaron nueve muertos civiles y siete militares.
Trump discurseó ante la prensa de su país que lo de Al Assad era terrorífico y Estados Unidos debía actuar para castigar esas conductas. Sin embargo, no presentó ningún elemento de prueba para demostrar que la autoría del primer ataque hubiera correspondido a Damasco. Uno de los primeros en felicitarlo fue el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu: “Trump ha enviado hoy un mensaje fuerte y claro de que el uso y la proliferación de armas químicas no será tolerado”.
Saltó a la memoria la historia de la agresión contra Irak en 2003. También George W. Bush alegó haber invadido el país árabe porque Saddam Hussein tenía armas prohibidas, químicas y otras de exterminio masivo. Tras la ocupación de Irak se demostró que aquello era una colosal mentira. Las acusaciones contra Siria suenan muy similares a aquellas.
La presidencia siria condenó la agresión norteamericana y prometió defenderse con sus fuerzas propias y aliados. Desde hace dos años el presidente Vladimir Putin ayudó a Siria con hombres y armas, sobre todo con defensa antiaérea (sistemas avanzados S-300 y S-400) y aviación, que atacó posiciones de los grupos terroristas: el Estado Islámico o Daesh o ISIS, del califa Abu Bakr al-Baghdadi, y la Brigada Al Nusra, filial de Al Qaeda.
Esa ayuda rusa le permitió a Al Assad un gran avance territorial y la recuperación de ciudades como Aleppo, Palmira y Homs que habían estado bajo control de aquellas organizaciones.
Al Assad venía claramente ganando la guerra contra el terrorismo y la captura Aleppo, a fines de 2016, fue un símbolo de esa victoria. ¿Por qué ordenaría un ataque con armas químicas contra la población civil, cuando venía ganando la guerra? ¿Por qué le daría semejante carta a Donald Trump y la OTAN, amén de sus enemigos como Netanyahu, Tecep Erdogan y el rey Abdullah, para que pudieran agredir a Siria argumentando razones humanitarias?
Al Assad no lo hizo. Le están imputando un crimen que no cometió. Además de todo eso, hay un elemento básico en esta historia trucada por Washington y sus aliados como Angela Merkel y François Hollande. Y es que Siria no tiene armas químicas. Tenía hasta 2013, cuando fue acusada falsamente de otro bombardeo químico contra civiles, que dejó 1.400 muertos. Y en esa oportunidad la acusación era el pretexto perfecto para Barack Obama y la OTAN para invadir Siria. En ese momento, y por consejo de Putin, Al Assad aceptó entregar a una fuerza internacional de verificación su arsenal químico, que fue sacado del país y destruido.
El representante sirio ante la ONU, Munzer Munzer, recordó que su país continúa cumpliendo todos los compromisos exigidos por la Organización de la Convención de Armas Químicas, suscripta en 2013.
LA VERDAD
El gobierno sirio dice que bombardeó una base de Al Nusra y allí había armas químicas. A la luz de los 87 muertos y centenares de heridos, es cierto que había armamento prohibido. O estaba allí o lo tiraron desde los aviones, pero estaba. En cambio, los misiles norteamericanos destruyeron Shayrat, diciendo que de ese lugar habían salido los aviones con armas químicas dos días antes. Y resulta que 23 misiles de crucero impactaron allí y los 36 restantes en poblados vecinos de Al Hamrat, Al Shayrat y Al Manzul. Allí mataron gente, pero no estallaron armas químicas. No había armamento letal.
Entre los pocos sirios que aceptaron el bombardeo de su país estuvieron los miembros de la Coalición opositora, pero supuestamente no terrorista, que saludó la acción de Trump. Ese gesto antinacional delata que esa Coalición tiene poca fuerza propia y depende de lo que haga la VI Flota norteamericana y la OTAN. Desde septiembre de 2014 el gobierno norteamericano conformó una coalición de 65 países para intervenir en Siria. Con Obama y su sucesor republicano, dicha fuerza combatiría el terrorismo de ISIS, pero los únicos que pelearon en serio contra el califato y Al Nusra fueron Al Assad, rusos, iraníes y libaneses de Hizbollah.
Los norteamericanos, europeos, sionistas, turcos y reyes petroleros, nunca cejaron en su objetivo de derrocar al presidente sirio, como su enemigo principal. Y fue por eso que desde 2011 vienen fogoneando a los grupos terroristas que empezaron esa guerra en la mal llamada “primavera árabe”, con un saldo de 400.000 sirios muertos y 5 millones de emigrados.
La propaganda negra contra Al Assad no cambiará la correlación de fuerzas favorable al presidente. Siria no es Irak y tiene sólidas alianzas con Moscú, Teherán y los libaneses. Para echar a Al Assad, a Trump no le alcanzará con misiles, sino que tendría que invadir y ocupar. El neonazi creador del imperio sabe que las torres suyas son magníficas en la altura, pero todo, también ellas, nacen desde abajo. Con la aviación y misiles no le alcanzará para tomar Siria. Tendría que ir por tierra con marines y ese es el riesgo que no quiere correr.
EMILIO MARIN – LA ARENA