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China vs USA: Una guerra más tecnológica y política que económica

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Las tensiones entre China y Estados Unidos escalaron a partir de mayo, luego de que el gobierno de Donald Trump decidiera incrementar las sanciones contra el gigante asiático. El ataque de la administración estadounidense puso en el centro a la empresa Huawei, a la que acusa de realizar espionaje y de violar sanciones contra Irán.

Huawei se posicionó el año pasado en el segundo lugar en ventas de teléfonos inteligentes, desplazando a la estadounidense Apple y sólo por detrás de la surcoreana Samsung. Además, está a la cabeza del desarrollo de redes inalámbricas 5G, que se espera posibilitará una mayor ubicuidad en el acceso a Internet y potenciará las aplicaciones de la llamada “Internet de las Cosas” (es decir, la conexión de diferentes artefactos cotidianos a la red). No sólo lidera en el campo del desarrollo del conocimiento sobre estas tecnologías: tiene el desarrollo suficiente como para desplegar redes con equipamiento y a bajo costo, lo que la posiciona en el primer lugar en las opciones de cualquier país que quisiera desplegar esta tecnología en ciernes. De hecho, muchos países ya firmaron acuerdos con la firma china para la instalación de infraestructura de redes, incluyendo a Gran Bretaña y Alemania. Trump presiona para que den marcha atrás, en el marco del veto dispuesto por su gobierno.

Sería, de mínima, llamativo que ante semejante éxito tecnológico y comercial surjan las sanciones norteamericanas. El pretexto principal, el de facilitar el espionaje chino, suena bastante limitado y cínico de parte del gobierno que más espía en el mundo merced a las grandes empresas de comunicaciones (incluyendo a Google y Facebook).

El gobierno norteamericano enfatiza que las medidas contra China en general, y contra Huawei en particular, buscan proteger a la producción de su país (medida proteccionista que, por cierto, no tolera de otros países). En marzo del año pasado comenzó imponiendo aranceles por u$s 50.000 millones a productos del país socialista, argumentando que éste había infringido leyes de propiedad intelectual. Esa fue la primera de una serie de medidas similares, suavizadas apenas por la presentación china ante la Organización Mundial de Comercio y las conversaciones bilaterales llevadas adelante en el marco del G20 realizado en nuestro país.

La escalada incluyó la prohibición de adquisición de productos de Huawei en el ámbito del Estado, seguida de la imposición de restricciones que se expresaron en el bloqueo de Google, Qualcomm, Intel y otras grandes firmas contra la empresa china.

 
NO ES POR RACIONALIDAD ECONÓMICA

Aunque Trump afirma que las restricciones contra los productos chinos pretenden defender a la economía norteamericana, ésta también se ve afectada por las restricciones, debido a las múltiples interrelaciones comerciales. Según la BBC, empresarios del país del Norte pidieron al mandatario que deje de lado esas medidas, ya que podría provocar un alza en los costos de producción en USA.

En cualquier caso, no es claro que el resultado conlleve mejoras de conjunto, cuando existen ramas e incluso Estados que se verán perjudicados por los aranceles de importación e incluso por las sanciones que China defina.

Lo que sí es claro es que China representa una amenaza concreta a la hegemonía tecnológica estadounidense y para la política exterior que impulsa Trump. Las posiciones del gobierno de Xi Jinping sobre Venezuela o Cuba chocan contra los bloqueos y el intervencionismo que impulsa el magnate republicano, pero el conflicto está latente desde antes: las denuncias contra Huawei y otras firmas chinas datan de varios años atrás, aunque anteriormente se alcanzaron acuerdos que evitaron que el conflicto escalara.

Eso muestra que el conflicto tiene más que ver con la batalla tecnológica y política del gobierno norteamericano que con la aludida defensa de la economía estadounidense.

Mientras tanto, China avanza con un modelo que desmiente los axiomas que la derecha repite en todo el mundo: según un informe publicado por la Universidad de Alberta, Canadá, el 40% de los activos de la economía del país asiático está en manos del Estado, que a su vez mantiene el control sobre áreas estratégicas como la generación y distribución de energía, defensa, aviación civil, industrias del petróleo y petroquímica, entre otras. La parte no estatal incluye diferentes formas de propiedad, como en el caso de Huawei que es propiedad cooperativa de los trabajadores chinos, los únicos que poseen acciones de la compañía.

El Estado chino está fuertemente involucrado en el desarrollo tecnológico, destinando el 2,11% de su PBI, de acuerdo con datos del Banco Mundial. Un contraste enorme con políticas como las que lleva el gobierno de Mauricio Macri en nuestro país, donde se recorta el presupuesto en Ciencia y Tecnología, y el Estado se desentiende cada vez más del tema.

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