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Bullrich quiere legalizar el “gatillo fácil”

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El Protocolo aprobado por la ministra Patricia Bullrich, para reglamentar el uso de armas de fuego por parte de las fuerzas de seguridad, es la ratificación de la “doctrina Chocobar”, policía que mató a un joven por la espalda, cuando huía luego de asaltar a un turista. Chocobar fue imputado por la Justicia de “homicidio en exceso del deber”, pero antes había sido felicitado por el presidente Macri y Bullrich afirmó que “actuó correctamente”.

Antes de aprobar el Protocolo, durante la reciente Cumbre del G-20 en Buenos Aires, Bullrich había instruido a las fuerzas de seguridad para que pudieran disparar en caso de que hubiera alguna situación “de riesgo” para los mandatarios extranjeros.

El Reglamento General para Empleo de Armas de Fuego, permite al personal de las fuerzas de seguridad abrir fuego cuando haya una situación de “peligro inminente”, incluso sin necesidad de dar la voz de “alto”. ¿Quién evalúa la situación de “riesgo” o “peligro”? El propio personal policial, que incluso está autorizado a disparar aún cuando el presunto delincuente no tenga un arma letal en sus manos, que implique un peligro para el policía.

Este intento de legalizar el “gatillo fácil”, ha sido duramente cuestionado por organizaciones de derechos humanos y las fuerzas políticas democráticas y progresistas. El ex secretario de Seguridad Sergio Berni se manifestó “de acuerdo” con el Protocolo, y defendió la “capacidad” de las fuerzas de seguridad para discernir las situaciones de riesgo, y la evaluación de cuándo utilizar o no un arma de fuego. ¡Toda una definición del ex funcionario K!

Bullrich defendió el Protocolo con el argumento que “brinda directivas claras y transparentes”, lo que –según su particular criterio- redundaría en una “sociedad ordenada que tenga claro dónde está el bien y dónde está el mal”. Y obviamente ubica a la policía como el “bien” y a los presuntos delincuentes como el “mal”.

¿Eran Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, peligrosos delincuentes que había que perseguir y asesinar? Los miles de casos de jóvenes muertos a manos de la policía, en todo el país, desde Walter Bulacio, Sebastián Bordón (Mendoza) y Miguel Bru (La Plata), en los ´90; “Güere” Pellico (Córdoba), Facundo Ferreyra (Tucumán) y los más recientes Rodolfo Orellana y Marcos Sosa, militantes de la CTEP, no son excepciones. Más bien constituyen la “regla” de una policía adoctrinada para ejercer el control social de los territorios que consideran “peligrosos”, a través del “tire primero y pregunte después”.

Con este Protocolo, habrá más ejecuciones sumarias, disfrazadas de “persecuciones a peligrosos delincuentes”, y las explicaciones sobre las situaciones de “peligro” estarán a cargo de los propios involucrados.

Para justificar semejante libertad de acción a la policía, Bullrich, fiel al estilo Cambiemos, afirma –sin citar fuentes- que en Argentina, “a la gente la matan los delincuentes”. Ese discurso de la “mano dura” y la “tolerancia cero”, es la continuidad de la prédica del falso ingeniero Juan Carlos Blumberg, quien promovió en 2004, un endurecimiento de las penas en la legislación. Esas nuevas leyes no redujeron los índices de criminalidad, sino que provocaron un aumento de la población carcelaria, con hacinamiento y situaciones de violencia al interior de las prisiones, por las que el Estado argentino tuvo que responder ante organismos internacionales, por denuncias de organismos de derechos humanos.

El Reglamento de Bullrich es violatorio de la doctrina penal argentina, en la que el principio de inocencia tiene raigambre constitucional. Nadie puede ser considerado culpable hasta que una sentencia firme así lo declare; en consecuencia, autorizar el uso de armas de fuego “a criterio del agente policial” es autorizar las ejecuciones sumarias. La pena de muerte sin condena judicial.

Desde el Partido de la Liberación llamamos a resistir este nuevo avance del gobierno que viola los derechos humanos de la ciudadanía y las libertades democráticas. Las organizaciones de derechos humanos y la juventud tienen que ponerse a la cabeza de esa resistencia.

IRINA SANTESTEBAN

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