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Biden sigue agrediendo a China, pero viene perdiendo la partida

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            Cada semana hay alguna agresión del gobierno estadounidense contra la República Popular China y el gobierno de Xi Jinping.         La más reciente fue la exclusión de Beijing de la “Cumbre Mundial de la Democracia” organizada por Joe Biden y el secretario de Estado Antony Blinken el 9 y 10 de diciembre.

            La misma tenía por objetivo, supuestamente, defender la democracia internacional, en contra del autoritarismo y las violaciones a los derechos humanos. Una mentira monumental pero no sólo por algunos invitados, como sus aliados de la Unión Europea y Ucrania, los gobernantes de Brasil, Chile, Colombia, Israel, monarquías árabes y otros regímenes antidemocráticos. Muchos de éstos fueron elegidos por el voto pero no son democráticos por las políticas de exclusión social y represión que llevan adelante. El problema mayor no son tanto esos aliados y socios menores sino el imperio mismo, que antes con Donald Trump, republicano, y desde enero de este año con Joe Biden, demócrata, son cualquier cosa menos una democracia.

            Como bien los caracterizó años atrás Fidel Castro, el régimen norteamericano es una plutocracia, o sea el gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos. Por eso, por ejemplo, su población afroamericana tiene 3 veces y media más posibilidades de enfermarse y morir de Covid-19 que los blancos anglosajones. La pandemia se llevó 802.000 vidas, un récord mundial indiscutido. Buena parte de aquella desigualdad está reflejada en el origen de clase, capas sociales y grupos étnicos de la sociedad yanqui. ¡China en cambio tuvo en total sólo 4.636 muertos!

            El rasgo central de esa Cumbre tan poco democrática fue su condición antichina. Uno de los invitados fue Taiwán, una provincia china, tratando de reeditar la teoría imperialista de “las dos China” que terminó en 1972. También fue invitado el fantoche de Juan Guaidó, el inventado “presidente encargado” de Venezuela, que nunca fue elegido para ese cargo y viene de perder como oposición los comicios regionales y municipales de Venezuela, el 21 de noviembre pasado.

            Otro invitado de lujo fue el régimen de Arabia Saudita. Su príncipe Mohammed bin Salman está acusado de ser el organizador en 2018 del secuestro, asesinato, descuartizamiento y desaparición de los restos del periodista saudí Jamal Khashoggi. La propia Inteligencia yanqui tiene pruebas de esa organización del crimen y sin embargo el príncipe fue invitado a la Cumbre.

            En cambio el gobierno de China fue excluido, así como sus similares de Rusia, Cuba, Venezuela, Irán y Bolivia, que estrenó gobierno democrático con Luis Arce después de superar el golpe de Estado proyanqui de Jeanine Áñez.

            En ese marco, como argentinos repudiamos que el presidente Alberto Fernández haya aceptado ser parte de la coreografía bajo esa batuta yanqui, convalidando de hecho aquellas exclusiones. Aún cuando en su mensaje tuvo expresiones favorables a Bolivia, eso no alcanzó a disimular que dijo presente en la cita buscando la aprobación de Biden y una ayuda para que el acuerdo a firmar con el FMI, donde Washington tiene la lapicera principal, no sea tan desfavorable para Argentina. Igual lo será…

Y DALE CON LOS DERECHOS HUMANOS

            Excluir a China de la reunión y en cambio invitar al gobierno secesionista de Taiwán, además de ser una provocación fue al mismo tiempo una demostración de lo traicionero que es el personaje instalado en la Casa Blanca. El 16 de noviembre pasado, en la primera reunión virtual de Biden y Xi, aquél  había declarado: “Estados Unidos se opone a que haya cambios unilaterales en el statu quo y reiteró su compromiso con la política de una sola China que reconoce sólo a Beijing como Estado”.

            Esa promesa de noviembre, violada al mes siguiente, no fue ninguna ocurrencia simpática de Biden sino resultado de la posición firme y de principios que le expuso su adversario: “tenemos la paciencia y la voluntad de lograr una reunificación pacífica. Pero si los secesionistas taiwaneses siguen provocando o cruzan líneas rojas, tendremos que tomar medidas decididas”.

            El 5 de diciembre, pocos días antes del  inicio de la triste “Cumbre Mundial de la Democracia” (sic), la cancillería china publicó un informe crítico del sistema político vigente en Yanquilandia. El comunicado aseveraba: “a lo largo de los años, la democracia en EEUU se ha alienado y degenerado, desviándose cada vez más de la esencia de la democracia y su diseño original”.

            El informe chino abordaba la alienación y los malestares de la democracia en EE UU a partir de tres aspectos: un sistema plagado de problemas profundamente arraigados, las prácticas desordenadas y caóticas de la democracia y las desastrosas consecuencias de la exportación estadounidense de su modalidad democrática. Se lee en http://spanish.news.cn/2021-12/05/c_1310352719.htm

            Siempre con el verso de la violación del sistema socialista asiático a los Derechos Humanos, la administración Biden vino desde febrero de este año maquinando otra ofensa: el boicot a los Juegos Olímpicos de invierno, que serán en la capital china desde inicios de febrero de 2022. Los cargos mentirosos de siempre fueron que China viola los derechos humanos en Hong Kong y de la minoría uigur en la región de Xinjiang, en el noroeste del país, en el Tibet, etc.

            Algunos gobiernos europeos “compraron” esa campaña mentirosa sobre los uigures supuestamente sometidos a campos de concentración y esclavitud laboral. Una falsedad absoluta. El gobierno de Xi mostró muchos ejemplos y testimonios de que esa nacionalidad, como las otras 55 más que hay en el país, avanzan y progresan al ritmo parejo de todo el país, que sigue siendo el que más crece económicamente en el planeta, aún con  la pandemia.

            Hong Kong fue devuelto bajo la fuerte presión china en 1997, tras 155 años de coloniaje y despojo del Reino Unido, y es parte de China con un régimen de autonomía relativa propia de la teoría de “un país dos sistemas”. Pero por supuesto que el estado nacional no permite que las fuerzas procapitalistas de esa vieja plaza financiera permeada por el capitalismo británico intente una restauración capitalista plena y una separación del tronco nacional, como lo intentaron con revueltas antichinas en 2019 alentadas por Washington. Ahí hay límites y leyes que Beijing hace respetar, como es lógico y es socialista.

            El boicot a los Juegos Olímpicos de invierno fracasó completamente en lo deportivo. El Comité Olímpico Internacional pidió que el evento se realice normalmente y no sea objeto de aquel tipo de sanciones. A tal punto  hubo derrota estadounidense que Biden y Blinken salieron a aclarar que enviarán a sus deportistas pero no así a los diplomáticos, algo que no alterará en lo más mínimo el éxito de los Juegos. Éstos contarán con la presencia, entre otros, del presidente ruso Vladimir Putin, según lo confirmó en reunión virtual con Xi el pasado 15 de diciembre.

ESCALADA CONTINÚA Y TIENE UN SÓLO RESPONSABLE: EE UU

            Trump escaló  las agresiones contra China sobre todo con sanciones comerciales y económicas, gravando con más aranceles los productos chinos y comenzando una campaña mundial contra el sistema de 5G de la empresa Huawei, que expresa la delantera tecnológica y científica que viene teniendo Beijing sobre Washington.

            No es una mera “guerra comercial” sino también y sobre todo tecnológica, por la repercusión que esta esfera tiene inmediatamente en toda la economía propia del siglo XXI. Y desgraciadamente esa pugna no quiere ser resuelta por medios pacíficos, por parte del imperio, sino por la fuerza. Por eso mantuvo durante un año  en forma secreta una fuerza armada especial en Taiwán, plaza a la que vendió más armas modernas.

            Por eso también firmó en septiembre pasado con Australia y Reino Unido un acuerdo militar (AUKUS) orientado a eventualmente agredir militarmente a China. También está en vigencia un acuerdo antichino de tiempos de George W. Bush, llamado Quad, Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, integrado por EE UU, India, Japón y Australia.

            No hay muchos secretos en esto. Lo dijo William Burns en el Comité de Inteligencia del Senado, cuando fue propuesto para dirigir la CIA: “China es nuestro mayor desafío geopolítico”. Agregó: “superar a China será clave para nuestra seguridad en las próximas décadas”.

            EE UU no tiene éxito en frenar a China. Fracasa en lo político y lo comercial, y empieza a sudar y tener miedo en lo militar. El 3 de noviembre pasado un informe del Departamento de “Defensa” afirmaba: “es posible que China ya disponga de una triada nuclear y logre fabricar al menos 1.000 ojivas nucleares para 2030”.

            Quizás exageraran un poco las cifras para justificar un mayor gasto militar del Pentágono, pero igual se trasunta temor a China también en ese plano. Es que el “Gigante dormido de Asia”, que Napoleón recomendaba no despertar, despertó con la revolución en octubre de 1949  y avanza en todos los planos a paso redoblado. En estos tiempos de crisis, es muy buena noticia para los pueblos del mundo.

SERGIO ORTIZ

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