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Así asesinaron a Tupac Amaru los conquistadores españoles

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            A fines de 1780 estalla la rebelión de los pueblos originarios en el virreinato del Perú contra la dominación española. La encabezó José Gabriel Túpac Amaru, luego de hartarse esos pueblos de una salvaje explotación que incluía sistemas como la mita, la encomienda y el yanaconazgo, para que los indios dejaran sus vidas en las minas, los obrajes y las haciendas de los españoles, los funcionarios, propietarios, militares, el alto clero, etc.

            El historiador Felipe Pigna lo cuenta en su libro “Mitos de la historia argentina”, de 2008 pero republicado y ampliado en 2024: “por donde pasaba el ejército libertador se acababan la esclavitud, la mita y la explotación de los seres humanos. Unos cien mil indios en una extensión de 1.500 kilómetros, de Salta al Cuzco, se dispusieron a seguir al rebelde”.

            Luego de la derrota militar del ejército libertador, que tenía participación de criollos y mestizos, Tupac Amaru y sus familiares fueron condenados a muertes espantosas para  infundir castigo y temor de esos pueblos. Dice Pigna: “Túpac fue sometido a las más horribles torturas durante varios días. Al jefe rebelde le fueron atadas las muñecas a los pies, en la atadura que cruzaba los ligamentos de manos y pies fue colgada una barra de hierro de 100 libras e izado su cuerpo a dos metros del suelo, lo que causó el dislocamiento de uno de sus brazos. Túpac Amaru no delató a nadie, se guardó para él y la historia el nombre y la ubicación de sus compañeros”.

            El 17 de mayo de 1781 fue condenado a muerte él y toda su familia. El documento citado por Pigna decía: “Condeno a José Gabriel Túpac Amaru a que sea sacado a la plaza principal y pública de esta ciudad, arrastrado hasta el lugar del suplicio, donde presencie la ejecución de las sentencias que se dieren a su mujer, Micaela Bastidas, sus dos hijos Hipólito y Fernando, su tío Francisco, su cuñado Antonio Bastidas y algunos de los principales capitanes y auxiliadores, los que han de morir el mismo día. Y concluidas estas sentencias, se le cortará por el verdugo la lengua, y después amarrado o atado por cada uno de los brazos y pies con cuerdas fuertes, y de modo que cada una de éstas se pueda atar a otras que prendan de las cintas de cuatro caballos, para que cada uno de éstos tire de su lado, mirando a otras cuatro esquinas de la plaza, de forma que quede dividido su cuerpo en otras tantas partes (…) su cabeza se remitirá al pueblo de Tinta para que estando tres días en la horca, se ponga después en un palo a la entrada más pública de él” (págs. 189 y 190).

            Si bien la ejecución de todos ellos fue de ese modo, el detalle es que a Túpac Amaru no llegaron a descuartizarlo. Dijeron sus asesinos: “No sé si  por          que los caballos no fuesen muy fuertes o porque el indio fuera de hierro, no pudieron absolutamente dividirlo después que por un largo rato lo estuvieran tironeando, de modo que lo tenían en el aire en un estado que parecía una araña. Tanto que el Visitador despachó una orden mandando que le cortase el verdugo la cabeza, como se ejecutó. Después se condujo el cuerpo debajo de la horca, donde se le sacaron los brazos y los pies. Esto mismo se ejecutó con las mujeres y a los demás se les sacaron las cabezas para dirigirlas a diversos pueblos. Los cuerpos del indio y su mujer se llevaron a Picchu donde estaba formada una hoguera, en la que fueron arrojados y reducidos a cenizas que se arrojaron al aire y al riachuelo que allí corre”.

            El historiador dice que al enterarse de la detención y condena al insurrecto, el benemérito obispo de Buenos Aires, fray Sebastián, emitió un sermón donde se congratulaba de lo sucedido al “traidor Túpac Amaru con su mujer, hijos, hermanos y demás secuaces que lo acompañaban e influían a negar la debida obediencia a Dios y nuestro católico monarca”. Una prueba más del rol de los popes de la Iglesia católica al servicio del brutal colonialismo y sus crímenes que desmienten el verso de las bondades de la “conquista” española.

            Nosotros no olvidamos a ese líder rebelde y su heroico alzamiento popular. Por eso desde 1970 nuestra agrupación estudiantil universitaria lleva el nombre de TUPAC, a mucha honra, que debe ser reactivada y fortalecida. Y hace años que el PL busca compenetrarse más de las luchas de los pueblos originarios en Argentina, cuya vanguardia actual son los mapuches del sur. Luchamos por una república popular plurinacional. Ese objetivo también será un homenaje al gran Túpac y lo suyos.

            SERGIO ORTIZ

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