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Algo más de un año del neonazi Trump

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Donald Trump asumió el 20 de enero de 2017, por lo que acaba de cumplir un año en la Casa Blanca. Y brindó el 30 de enero su primer Informe del Estado de la Unión, en el Capitolio, como discurso oficial televisado al país.

El magnate mintió en su comentario sobre que el suyo había sido el discurso en su tipo con más audiencia nacional. Fue alta, 46 millones de televidentes, pero inferior a las marcas de Obama, Clinton y Bush. La falsedad repitió la anterior, de su ceremonia de asunción, cuando también mintió con que había batido récord de asistencia.

De su discurso hay que enfatizar que destacó como positivo los recortes del gasto público y la baja de impuestos, dos piezas fundamentales que afectan los programas médicos y sociales para los norteamericanos de bajos recursos, y para una fenomenal ganancia de los ricos y empresarios.

A los argentinos nos importa subrayar que esa baja de impuesto a los ricachones es similar en su contenido y forma a las que impulsa Macri, así como la fundamentación mentirosa de que con menos menos impuestos esos empresarios crearán mayores y mejores empleos. La funesta y nunca comprobada teoría del derrame…

La baja del gasto es también relativa, porque en las semanas previas el secretario de Defensa, general James Mattis, argumentó la necesidad de aumentar el presupuesto militar a 716.000 millones de dólares. Además, van a mejorar sus arsenales nucleares, para que sean “letales”, sobre todo apuntando a Corea del Norte. 1.2 billón de dólares para el plan de modernizar sus bombas atómicas…

Hay entonces un gasto extraordinario en desmedro del bienestar de su pueblo y simultáneo y grave peligro para la paz mundial, que se pagará con muertes de sus ciudadanos y mayoría del resto del mundo, como siempre han hecho los yanquis.

Donde se mezclaron los tantos nacionales e internacionales en el mensaje de Trump fue en cuanto a los inmigrantes. Reiteró su oferta de habilitar un camino administrativo para la progresiva legalización de los “dreamers” (soñadores inmigrantes que arribaron al país de niños), un total de 1.8 millón de personas, a cambio que el Congreso unificado le apruebe el muro fronterizo con México, para continuar demonizando a los extranjeros como delincuentes y peor aún, terroristas.

¿No hubo anuncios de obras? Sí, en los papeles y leyendo por Teletromper, Trump habló de un plan de infraestructura de 1.5 billón de dólares, que incluye el muro de la vergüenza y otras obras. El magnate es ante todo un empresario inmobiliario, de la construcción. Sus empresas ganarán millones de dólares…

El capítulo internacional fue alevosamente neonazi, pues atacó a Corea del Norte, Cuba y Venezuela. También reivindicó una orden ejecutiva suya del mismo 30 de enero, para mantener la usurpación de Guantánamo en Cuba, con la cárcel ilegal abierta con 41 presos sin derechos y torturas durante muchos años. “Mi Gobierno también ha impuesto duras sanciones a las dictaduras comunistas y socialistas de Cuba y Venezuela”, afirmó en su primer discurso sobre el Estado de la Unión.

También les pegó a Moscú y Beijing, por meterse en lo que él considera su “patio trasero”, un concepto que su canciller Rex Tillerson ya había planteado en la universidad de Texas, en Austin, al inicio de su reciente gira por cuatro países latinoamericanos, incluida Argentina. “En el mundo enfrentamos regímenes villanos. Grupos terroristas y rivales, como China y Rusia, que retan a nuestros intereses, nuestra economía y nuestros valores”, dijo la bestia platinada.

Irán también recibió su mal trato. El gobierno de Mossen Rohani ya había “cobrado” en octubre del año pasado, cuando Washington no certificó el correcto proceder de Teherán respecto a los acuerdos internacionales sobre su plan pacífico nuclear firmados en 2015.

Por suerte en ese caso Trump quedó solo. Los otros cinco firmantes (cuatro del Consejo de Seguridad más Alemania) mantuvieron la certificación dada por el titular japonés de la Organización Internacional de Energía Atómica, Yukiya Amano, a la impecable conducta de Teherán en la materia. Si fuera por el neonazi ya le habría arrojado varias bombas atómicas, igual que a Pyongyang.

El presidente Macri se precia de tener las mejores relaciones políticas con su colega Trump. Ya vino a Argentina el vicepresidente Mike Pence y ahora el canciller Tillerson, ratificando los elogios a las reformas macristas que tanto dinero hacen ganar a las empresas yanquis agrupadas en la AmCham (Cámara de Comercio norteamericana en Argentina).

Más cipayo no se puede ser. Como resultado de tanta genuflexión, Washington decidió aumentar los aranceles al biodiésel argentino, hasta el 72 por ciento, con un perjuicio de 1.200 millones de dólares, y a cambio aún se espera que dejen entrar unos baratos limones argentinos. Lo que es bueno para Macri, no lo es para el país.

SERGIO ORTIZ

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