Liberación - Órgano de Prensa
A 90 años del Che, ¿qué reivindicamos de él en 2018?
Ernesto Guevara, “bautizado” Che en Cuba y conocido así internacionalmente vivió apenas 39 tenía porque fue hecho prisionero y asesinado por militares bolivianos, tras orden de la CIA, entre el 8 y 9 de octubre de 1967.
Fue un revolucionario joven y prolífico en sus campañas por la liberación del hombre trabajador y los pueblos oprimidos. Hizo muchas contribuciones a la revolución y el socialismo, tantas que los imperialistas dieron la orden de asesinarlo. El Che no pasaba inadvertido para esos poderes. Lo querían muerto cuanto antes. Y después de matarlo hicieron desaparecer su cadáver por treinta años, hasta que Cuba pudo ubicarlo e identificarlo, repatriándolo hacia Santa Clara, donde reposa.
La primera conclusión en este 90 natalicio del Che, el 14 de junio, es aprender de él y tratar de ser un militante de palabra y acción, con pies en la tierra, pero persiguiendo utopías, sintiendo en lo más hondo la injusticia cometida contra un ser humano en cualquier parte del mundo. Él fue eso y mucho más. Hay que mirarse en ese espejo y modestamente tratar de parecernos, aunque eso también sea una utopía.
En sus discursos y libros, su militancia práctica, en Cuba, Naciones Unidas, el Congo o Ñancahuazú, él dejó una estela roja con varios volúmenes de enseñanzas. Imposible contarlas a todas. Con criterio marxista-guevarista, conviene precisar para los argentinos cuáles pueden ser hoy, junio de 2018, las más importantes.
La primera ya fue enunciada: ser revolucionario marxista y militante antiimperialista por el socialismo. No ser un reformista, academicista, populista, trosco ni “revolucionario de café”, que hoy traduciríamos “de Facebook”.
La segunda lección es asir firmemente la tarea principal, lo que se considere como la más importante, priorizándolo. El revolucionario no tiene el don de la ubicuidad. Debe saber hacer de todo, aunque en cada momento siempre habrá algo que es lo decisivo. Y el Che acertó. Fue de médico en el Granma, pero en el desembarco y ante la balacera de la tiranía optó por llevarse las municiones antes que el instrumental de doctor. Cuando lo necesitaron en el Banco de Cuba, allí estuvo, y tomó cursos de economía porque allí la munición que precisaba era “El Capital”.
Ese criterio guevarista es muy necesario de asimilar. Los militantes muchas veces dan vueltas, no se deciden, picotean acá y allá, están en varios lugares y en ninguno como central. Ese no es un estilo del Che.
La tercera enseñanza, igualmente valiosa para Argentina, es “no confiar en el imperialismo ni un tantico así, nada”, acompañando la frase con el gesto de unir su pulgar e índice. Nada. ¡Cuántos crímenes, golpes de Estado, invasiones, crisis económicas y vaciamientos culturales se hubieran evitado de haber prestado atención a ese punto de vista! Hubo verso de la “Alianza para el Progreso”, los “Tratados de Libre Comercio”, el fin de la historia, la doctrina de la seguridad, la cooperación en la OEA, las intervenciones militares humanitarias, las misiones de paz, etc.
Una cuarta cuestión vigente es que el Che prestaba atención a la lucha política y lo que hoy llamamos “lucha mediática” para defender y propalar las ideas propias, y denunciar y desmontar las del enemigo. Por eso ya en Sierra Maestra daba mucha importancia a Radio Rebelde. El boca a boca entre los campesinos era llamada “Radio Bemba”. Ya triunfante la revolución él impulsó junto a Fidel la creación de la Agencia Prensa Latina, con Jorge Ricardo Masetti.
Los revolucionarios debemos ser capaces de formular clara y sencillamente las propuestas. Y llevarlas al pueblo, con voz, papel, pintura y los medios modernos, oficiales y alternativos, gráficos, radiales, televisivos y digitales, etc. Fidel escribió en sus últimos años sus esclarecedoras “Reflexiones” y el Che habría hecho lo propio. Lo mataron en 1967, de lo contrario publicaría en Granma y tendría su blog, Facebook y Twitter.
Un quinto asunto interesa sobre todo a los cubanos, chinos, vietnamitas, coreanos del norte y vietnamitas, que hicieron la revolución y deben protegerla y profundizarla. También a Venezuela y Bolivia, que aún no llegaron a la etapa del socialismo. El Che dijo que no se puede construir el socialismo, la nueva sociedad, “con las armas melladas del capitalismo”, o sea la explotación de clase, apostando al capital extranjero, relajando o minimizando al Estado y el plan nacional, etc.
En la URSS no le hicieron caso a la advertencia guevarista y maoísta. Así le fue con los restauradores Gorbachov y Yeltsin: lo soviético implosionó. La línea del Che no debe ser tomada como dogma. Se pueden hacer negocios con el capital extranjero y se deben respetar criterios del mercado, pero privilegiando lo obrero y estatal. Y reforzando el partido, la batalla de ideas y la lucha de clases.
El sexto punto es válido en especial para los argentinos. Su mensaje del 25 de mayo de 1962 planteó que la línea divisoria son los monopolios y llamó a unirse a todos los que enfrentan a tal enemigo, en cuyo caso el futuro sería hermoso y cercano. Muchas veces ese sano planteo fue desoído y así nos fue. Es hora de volver al Che, asesinado a los 39 años, pero cumplió 90 y sigue enseñando.
SERGIO ORTIZ