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¿Hay vacunas? ¿Son argentinas o de las multinacionales?

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En Argentina, siguiendo recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y en línea con otros países, se incorporaron una serie de vacunas a su Calendario Nacional de Vacunación (CNV) en la primera década de este siglo.

En nuestro país hay 16 vacunas dentro del Calendario Nacional. Son obligatorias, gratuitas y se aplican en vacunatorios, centros de salud y hospitales públicos del país. Otras dos (la de la fiebre amarilla y la fiebre hemorrágica argentina) se aplican en zonas de riesgo.

Sin embargo, de acuerdo con informes de la Unicef y la Organización Mundial de la Salud las coberturas de inmunización vienen en descenso desde 2019, antes de la pandemia por el coronavirus. Desde 2020 en adelante, los niveles de coberturas siguieron bajando. En 2023 ninguna de las coberturas de inmunización superó el 90% de la población objetivo.

Argentina pasó de contar con uno de los Calendarios Nacionales de Vacunación más completos del mundo, a tener durante los últimos años un faltante de vacunas para atender a la población.

Las vacunas han sido tapa de diarios en Argentina y el mundo en distintos momentos y por diversos motivos en los últimos veinte años. Ciertos fenómenos reflejaron cambios importantes en el mercado de vacunas a nivel global:  incorporación de cambios tecnológicos, surgimiento de las vacunas modernas y concentración de la producción, entre otros.  Las consecuencias más importantes han sido el control de este mercado por las multinacionales farmacéuticas y su globalización, con repercusión directa sobre la formación de los precios.

Es importante partir de la discusión de base de considerar a “las vacunas como bienes Sociales”. De esta forma la provisión de vacunas a la población enfrenta al Estado a problemas éticos y a la necesidad de políticas públicas que aseguren su disposición de modo estable en el tiempo. En un mundo controlado por los mercados, las vacunas son consideradas un bien privado lo cual define su precio monopólico en un mercado altamente concentrado.  

La dinámica del cambio científico/técnico condujo al surgimiento de la Biotecnología Moderna y a sus técnicas conocidas como de ADN recombinante e ingeniería genética, en la década de los ‘70. Con el arribo de las nuevas técnicas, la industria farmacéutica global inició un proceso de búsqueda de complementariedad entre la síntesis química y las técnicas biológicas, con intención de aumentar la productividad y reducir costos. Después de un período de fuerte competencia, surgimiento de nuevas empresas, descubrimientos científicos, etc, surgen nuevos productos conocidos como biomedicamentos, dentro de los cuales se incluyen las vacunas modernas. Una de las características de estos medicamentos es su elevado precio.

Estos cambios permitieron consolidar una industria farmacéutica multinacional, con una dinámica de acumulación que la conduce a una creciente concentración de poder económico y financiero, estableciendo un puñado de corporaciones con capacidad de crear monopolios.

A pesar de los vaivenes de la economía global, el mercado farmacéutico sigue siendo un complejo entramado industrial, productivo, financiero y generador de demanda inelástica en el consumo masivo de fármacos y tecnologías sanitarias con tasas de ganancias extraordinarias y acelerados patrones de lucro para el siglo XXI, con un accionar geopolítico sanitario (la mayoría de grupos “Big Pharma” son del Norte global) que impacta directamente sobre la agenda mundial de salud, en especial sobre un bien social y público esencial como es el acceso a los medicamentos y las vacunas.

Los 20 primeros laboratorios que se conocen como Big Pharma, en su mayoría provenientes de la Unión Europea y Estados Unidos, representan más de 60 por ciento del total de ventas de la industria farmacéutica a nivel global. Entre ellos se encuentran Pfizer, Astrazeneca, Novartis, Sanofi, Johnson & Johnson, GlaxoSmithKline, Janssen, Roche, Bayer-Monsanto, entre otros. Es decir, una geopolítica claramente Norte-Sur o del Centro a la Periferia: investigaciones, innovaciones y nuevos fármacos emanan hacia los países del Sur.

Los Acuerdos sobre Aspectos de Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (APDIC o TRIPS en sus siglas por inglés) del año 1995, siguen siendo el principal mecanismo por el cual un organismo multilateral global como la Organización Mundial del Comercio (OMC) impone los intereses del complejo farmacéutico a los Estados, sociedades y sistemas de salud, especialmente en aquellos países dependientes de importaciones farmacéuticas en el Sur. Estos derechos de patentes y licencias sobre los productos, vacunas y fármacos de facto impusieron al comercio y el lucro de las farmacéuticas multinacionales y nacionales por sobre la salud colectiva de nuestros pueblos.

Lo que viene ocurriendo a nivel internacional y regional implica poner en evidencia que la autoridad médica internacional de la OMS se encuentra colonizada por los intereses de la propia industria farmacéutica, gracias a un proceso acelerado de privatización que la despoja de cualquier rol en la salud pública. Casi el 90% del Programa de Medicamentos de la OMS es financiado directamente por la Fundación Bill y Melinda Gates.

En este contexto la crisis mundial originada por la pandemia de COVID-19 expuso la necesidad de producción nacional de vacunas para asegurar el acceso a las vacunas en un contexto global de escasez y desigualdad para su acceso y asegurar una respuesta rápida y efectiva a la pandemia.

La Argentina durante los últimos años ha comenzado a sufrir un faltante de vacunas para atender a la población, sumando al descenso en el nivel de inmunización generado por la disminución de la confianza de la población en las mismas.

Además, con la salida de la Organización Mundial de la Salud, la Argentina pierde acceso al fondo que le permite comprar vacunas e insumos sanitarios a precios más económicos y garantizar su disponibilidad y dejaría de recibir apoyo en programas de enfermedades transmisibles, maternidad e infancia.

En esta problemática de provisión adecuada de vacunas es imposible avanzar bajo los estrechos márgenes del Capital. Por eso proponemos en primer lugar, declarar a las vacunas como un bien público global y cuestión de soberanía sanitaria regional. 

Liberar las patentes y permitir consorcios de países del Sur como China, India, Sudáfrica, Brasil, Argentina, México y Rusia entre otros, para producir masivamente equivalentes de las vacunas para las regiones del capitalismo mundialmente periférico y también la inversión para desarrollar toda la tecnología necesaria para conseguir que más laboratorios puedan producir los caldos de vacunas, los principios activos terminados y el fraccionado y envasado en la cantidad necesaria. 

Dejar todo esto en manos del capitalismo concentrado, cuyo único objetivo es la ganancia, es realmente utópico por no decir algo peor, estúpido.

PABLO AGUIRRE. TRABAJADOR DE LA SALUD.

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