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Auditar la deuda externa y suspender los pagos
Al asumir como presidenta del PJ a nivel nacional, Cristina Fernández de Kirchner afirmó: “Jamás deberíamos haber aceptado firmar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional en las condiciones que se hicieron. Fue fatal para nuestro gobierno”. Una muy tardía opinión, sin la correspondiente autocrítica, de quien fue la armadora y responsable de aquel gobierno del Frente de Todos junto a Alberto Fernández y Sergio Massa.
En efecto, sólo el año entrante, 2025, el cronograma de pagos de esa maldita deuda eterna (ver cuadro adjunto) nos reclama 23.792 millones de dólares, que no los tenemos y que a la vez necesitamos para afrontar otros gastos e inversiones relacionadas con el bienestar, la educación, la salud, la vivienda y el desarrollo de nuestro pueblo y nuestro país.
Hasta ahora las autoridades del FMI, en particular su directora gerenta, Kristalina Georgieva, sigue apoyando fuerte al gobierno de Javier Milei. Su vocera, Julie Kozack, señaló en noviembre pasado que el Gobierno argentino “explora ahora la opción de pasar a un nuevo acuerdo con el organismo y sostuvo que las políticas implementadas en estos meses de gestión tuvieron resultados impresionantes”.
Se dice que Luis Caputo, ministro de Economía, está pidiendo un préstamo de 15.000 millones de dólares, que seguramente irán a pagar parte de aquellos vencimientos con el agravante de que generarán más intereses y la bola de la deuda aumentará. Y eso reforzará el control y monitoreo del organismo financiero internacional sobre la economía argentina, luego que terminen las nueve revisiones trimestrales tras aquel acuerdo de marzo de 2022, sellado en Diputados por Massa con el peronismo y el macrismo, del que ahora dice lamentarse la flamante titular del PJ (la mayoría de diputados K se abstuvieron).
La deuda pública argentina a fines de septiembre de 2024, era de 460.068 millones de dólares, con un incremento de esa deuda en los nueve meses del año, o sea responsabilidad total del gobierno de Javier Milei, de 89.395 millones de dólares. Lo publicó una fuente insospechada de oposición al gobierno como es Clarín, el 16/10/2024.
Como hay una caída brutal de la producción y el consumo, que hará caer al PBI entre 3,5 y 3,8 por ciento este año, según pronósticos del propio FMI, es obvio que entonces la recaudación nacional no tendrá cómo acopiar recursos para hacer frente a aquellos vencimientos. De ahí la vía elegida de pedir nuevos préstamos al Fondo y a otros conglomerados de bancos y fondos de inversión, algunos garantizados con el oro argentino sacado clandestinamente del Banco Central y enviado a Londres.
La otra vía de obtener dólares sería, siempre en la óptica gubernamental, la puesta en marcha de proyectos integrantes del RIGI, para grandes inversores, a los que se quitarán impuestos y darán facilidades de todo tipo, incluso los dólares generados serán de libre disponibilidad a partir del cuarto año. Por ahora los proyectos no llegan a 8.000 millones de dólares y en su inmensa mayoría son de YPF, supuestamente estatal. Si esos planes prosperaran, se reforzaría la matriz agroexportadora, minera, petrolera, gasífera y escasamente industrial de Argentina. Bah, una semicolonia, para decirlo llanamente.
Aún no se ha firmado un nuevo acuerdo con el FMI ni con otros posibles acreedores privados, que siguen temerosos del destino del gobierno de LLA a pesar de la baja del “riesgo país” medido por el JP Morgan a “sólo” 715 puntos. Sin embargo la deuda pública argentina siguió aumentando. ¿Por qué?
Lo explican Julia Strada y Hernán Letcher en su nota “Primer año de Milei en datos”: “el superávit oculta “debajo de la alfombra” los intereses que capitalizan tanto las LEFI como las LECAPs, que emitió el Tesoro desde la asunción de Milei para desarmar los pasivos remunerados del BCRA y “limpiar su hoja de balance”. Al capitalizarse y no devengar los intereses, estos no se pagan sino que contribuyen a incrementar el stock de deuda en pesos. De acuerdo a las estimaciones de la Consultora 1816, a octubre de 2024 los intereses capitalizados por las LECAP, las BONCAP y las LEFI acumulan 10,4 billones de pesos. Este guarismo resulta muy superior al superávit financiero alcanzado por el gobierno ($3 billones) e incluso mayor al superávit fiscal ($10,3 billones). Por lo tanto, si los intereses de estos instrumentos en vez de capitalizarse debieran abonarse, el Sector Público Nacional no hubiera alcanzado el superávit celebrado por el gobierno”. (8/12/2024, El Cohete a la Luna).
Según Horacio Rovelli, en su nota “Anclas pesadas”, misma fecha y fuente, (Milei) “Lo hace para obtener un resultado primario positivo al 31 de octubre 2024 de 10,3 billones de pesos, del que se emplearon 7,4 billones para pagar intereses de la deuda pública generada por el gobierno de Cambiemos, no investigada por el gobierno de Alberto Fernández, e incrementada a razón de 9.200 millones de dólares por mes por el gobierno de Milei. Y el superávit financiero (superávit primario menos el pago de los intereses de la deuda) de 2,9 billones de pesos se empleó en su totalidad para comprarle dólares al BCRA y girar a un banco de Nueva York, garantizando de esa manera el pago de los títulos de deuda Bonar y Global que vencen en enero de 2025”.
Más allá del lenguaje económico, técnico y de los títulos, números y porcentajes, que son un terreno árido para los no entendidos, lo importante es que el activismo argentino antiimperialista comprenda más a fondo la necesidad de denunciar la deuda externa por fraudulenta, ilegal e inmoral. Según la brillante investigación de Alejandro Olmos, que plasmó en 1982 ante la justicia y fue convalidada por el fallo del juez Jorge Ballestero en julio de 2000 y entregado al Congreso ese año, la deuda contraída por la dictadura militar-cívica contenía 477 ilegalidades e irregularidades, o sea delitos. Un motivo más para repudiarla y no seguir pagándola a costa de tremendos sacrificios del pueblo, como viene ocurriendo desde 1983 hasta ahora con esta democracia dependiente y descendente, lamentablemente ahora devenida en facha seudo libertaria.
EMILIO MARÍN