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Terroristas apoyados por yanquis, sionistas y turcos tomaron el poder en Siria

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MALAS NOTICIAS PARA SIRIA Y LA HUMANIDAD

SERGIO ORTIZ, 11 de diciembre de 2024

LUCHA LARGA, DEFINICIÓN RÁPIDA

La campaña política y militar del imperialismo yanqui y sus socios atlantistas, junto al sionista Estado de Israel, contra el gobierno sirio de Bashar al Assad, tiene varias décadas de duración; el apoyo del gobierno turco de Recep Erdogan para que Damasco cayera en esas manos fue más reciente e intermitente. Por momentos llegaba a acuerdos con el presidente sirio y en otros, como en el último mes, se pasaba con armas y bagajes al campo de quienes querían derrocarlo.

El inicio de esa campaña antisiria fue en 2011, cuando la prensa proimperialista bautizó como “revolución de colores” a los movimientos reaccionarios, golpistas e invasores contra Túnez, gobiernos árabes y del norte de África. Era color sangre, como se verificó en la guerra de la OTAN contra Muammar Khadafy. Libia terminó arrasada, dividida y con su líder vilmente asesinado. Posiblemente ese es el destino ansiado por los que tomaron el gobierno de Siria este 8 de diciembre, al cabo de sólo once días de ofensiva militar desde el noroeste, Idlib. De ahí arrancaron el 27 de noviembre pasado, hacia la capital del país, donde entraron vencedores y con poquísima resistencia a su paso. A diferencia de lo sucedido en Libia, el presidente Al Assad se tomó un avión para Rusia y todo sugiere que hubo algún arreglo con los invasores porque pudo salir sin drama, dejando a su primer ministro Mohammad Ghazi al-Jalali para negociar con los vencedores cómo sería la transición.

Esta etapa de la demolición de ese gobierno sirio comenzó en 2011, o sea que iban 13 años de guerras internas promovidas por Washington, su aliado Israel y en menor medida por monarquías árabes prooccidentales, más el juego pendular de Turquía.  Ese largo período de agresiones militares, sanciones económicas, fraccionamiento del país, etc, redundó en peores condiciones de vida para la población siria, con lo que los enemigos de Al Assad tenían un terreno más favorable para avanzar en su campaña para derrocarlo. Si bien el gobierno dominaba la mayor parte del país, el sector noroeste de Idlib y parte de Alepo estaban gobernados de hecho por grupos terroristas de HTS, la filial siria de Al Qaeda y Al Nusra hasta 2016, cuando cambió su denominación a la actual. Y en el sector nororiental, había un fuerte implante de sectores kurdos, una parte de los cuales respondía a las Unidades de Protección Popular (YPG) y al PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán, del líder encarcelado en Turquía desde 1999, Abdullah Ocalam). Otra parte de los kurdos está apadrinada por EEUU, que mantenía tropas en ese sector de Siria, y por Turquía, cuyas milicias adoptaron el nombre de Ejército Libre de Siria (ESL). Ahora, en medio de la ofensiva final contra Damasco, estas milicias pro Turquía ocuparon 80% de Manbech,  la principal zona al oeste del Éufrates.

EL DEBILITAMIENTO REGIONAL

Desde el punto de vista geopolítico, Siria era parte de un eje junto con Irán, El Líbano y los palestinos, además de aliado de Rusia. Por eso mismo Washington, en forma directa y por medio de su aliado Israel, se dedicó en este último año a golpear militarmente a ese eje, con el genocidio cometido contra los palestinos, sobre todo contra la Franja de Gaza, pero también Cisjordania y Jerusalén oriental. Aniquilar todo lo posible a Palestina, y en este caso a Hamas, era una forma de destruir también la capacidad de sobrevivencia del gobierno de Siria. Por eso el genocida Benjamin Netanyahu bombardeó repetidas veces al Líbano y ocupó zonas fronterizas, en especial para tratar de destruir a Hezbollah, un aliado del presidente sirio a pesar que esa organización político-militar está constituida sobre todo por chiitas, minoría en Siria (la mayoría es sunnita y la familia presidencial, alauita). Esto último muestra una buena cualidad de Al Assad: gobernaba un estado multiconfesional, diferente de los estados teocráticos y en el caso de Israel, sionistas, que asesinaron a decenas de miles de palestinos, también a Hassam Nasrallah y varios líderes de Hezbollah y de Hamas, asesinados junto a familiares.

Israel, que venía bombardeando territorio sirio, dependencias y empresas, intensificó esa campaña en las últimas semanas, además de ocupar más zonas de los altos del Golan, que pertenecen a Siria. Los ataques sionistas también abarcaron a Irán, en su propio territorio y en dependencias suyas en Damasco, así como en enero de 2020 asesinó al general iraní Qassem Soleimani en el aeropuerto de Irak.

De ese modo el eje regional que integraba Siria se fue debilitando política y militarmente, con lo se redujo mucho la ayuda que podía recibir Al Assad. Rusia tampoco podía dar la ayuda de siempre al país donde tiene dos bases militares, una naval en Tartus, en el sur, y otra aérea en Latakia, en el norte, porque Putin está muy ocupado en terminar con victoria la guerra planteada por Ucrania nazi-atlantista. Los mercenarios ucronazis también intervinieron en el tramo final de la agresión a Siria.

De todos modos, vale una aclaración. Que las ayudas externas se debilitaran no justifica ni explica la rápida derrota del Ejército Árabe Sirio, fuerza oficial de Al Assad. La colaboración de aliados siempre es necesaria, pero no reemplaza el rol fundamental de las fuerzas propias, nacionales, de los trabajadores y demás sectores populares y también de los militares del país en cuestión, Siria. Los factores internos son los determinantes de una victoria o una derrota. Evidentemente por razones políticas e ideológicas, la mayoría del ejército sirio estaba descompuesto, comenzando por sus generales y oficiales, poco dispuesto a defender su país. Cuando suceden estas derrotas uno valora aún más a los gobiernos antiimperialistas que tienen militares fieles al mandato popular, como Venezuela con la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y la Milicia Nacional Bolivariana (MNB).

DERROTA TERCERMUNDISTA

La prensa proimperialista e incluso una buena parte de la “progre”, presentan al bando vencedor, por ahora táctico, de la batalla siria, como “los rebeldes” y a Al Assad como “dictador”, caracterización que también usan partidos trotskistas.  Falso. Los ganadores son del grupo yihadista y terrorista Organismo de Liberación del Levante (HTS), antigua Al Qaeda y Al Nusra en Siria. Están calificados como terroristas por la ONU e incluso la Unión Europea y en su momento EEUU, que ofrecían una recompensa de 10 millones de dólares por la cabeza de su jefe Ahmed Al Chaara, alias Abu Mohammad Al Jolani, ahora el hombre fuerte en Siria. Que estos energúmenos y terroristas al servicio del imperio y gobiernos sionistas y reaccionarios hayan triunfado es una derrota tercermundista.

El rol criminal de EEUU y sus socios estaba claro para el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. La consejera Alena Douhan dijo en diciembre de 2020 que las sanciones que aplican los Estados Unidos bajo la denominada Ley Cesar, que entró en vigencia en junio de ese año, con las sanciones de mayor alcance jamás aplicadas contra Siria, violaban las garantías fundamentales del pueblo sirio, “cuyo país ha quedado destruido por un conflicto de diez años todavía en curso”. “El conflicto y la violencia ya han producido un gran impacto en la capacidad del pueblo sirio para materializar sus derechos fundamentales, habiendo dañado ampliamente casas, unidades médicas, escuelas y otras instalaciones”, añadió.

Al Assad ganaba las elecciones desde 2001, con mandatos de 7 años y el partido oficialista competía con dos o más agrupaciones opositoras, superadas por amplio margen. Pese a ello, para Washington y sus socios, ese gobierno era una “dictadura”. En Siria cohabitaban musulmanes sunnitas con minorías chiítas, alautistas, kurdos y cristianos, en un estado no digamos laico pero sí multiconfesional, para nada sectario. Cuando Israel comenzó a bombardear El Líbano, el presidente sirio autorizó a que centenares de miles de libaneses pudieran entrar a Siria, para ponerlos a salvo del crimen sionista. Al Assad asistió el 11 de noviembre pasado, en Riad, Arabia Saudita, a la cumbre extraordinaria árabe e islámica junto con numerosos jefes de estado y de gobierno, que llamó a detener la guerra israelí contra Líbano y la Franja de Gaza. La resolución final reafirmó la centralidad de la causa palestina y el firme apoyo al pueblo palestino para lograr sus legítimos derechos nacionales. Defendió los derechos a la libertad y a construir un Estado independiente y soberano dentro de las líneas del 4 de junio de 1967.

El depuesto mandatario sirio no era ningún revolucionario ni antiimperialista. No sobrepasaba los límites de un gobierno gran burgués tercermundista, que no encaró un proceso de expropiación de oligarcas y multinacionales en su país para tener base material y social suficiente para enfrentar al imperio, el sionismo y sus peones dentro y fuera de Siria. De hecho huyó sin oponer mayor resistencia, el 8 de diciembre. Pero los ganadores son mucho peores que Al Assad. Son terroristas y fundamentalistas aliados del imperio yanqui y el sionismo, con acuerdos con Erdogan y otros gobiernos árabes reaccionarios. Por eso es muy nefasto el rol de los medios de incomunicación, reaccionarios y progres que tildan a HTS de rebeldes.

También es horrible la posición de partidos trotskistas como Izquierda Socialista, del FITU. Emitió una declaración titulada: Cayó Baschar Al Assad: terminan 54 años de dictadura. Allí afirmaron: ”El régimen sirio se ha desplomado como un castillo de naipes. El ejército, la policía y las cárceles construidos durante 54 años de dictadura criminal han colapsado. La gente en las ciudades se ha rebelado, ha vaciado las cárceles, ha tirado estatuas del dictador padre y del dictador hijo. Sus armas no eran nada al lado de las de la dictadura, apoyada por Rusia e Irán. El régimen de Al Assad había lanzado miles de barriles de dinamita contra barrios indefensos, había gaseado a su propio pueblo con armas químicas, había erigido cárceles que eran enormes centros de tortura, con crematorios incluidos como en Sednaya, había cortado las cuerdas vocales a los cantantes y los había arrojado a los ríos, que había violado a miles de hombres y mujeres, había bombardeado escuelas y hospitales”. ¡Cuántas mentiras!

Una vez más el trotskismo mea fuera del tarro en un tema internacional, como lo hizo y hace con Venezuela, Cuba, Nicaragua, Ucrania, China y un largo etcétera. No se crea que el trotskismo es la única izquierda en Argentina. Hay otra izquierda de verdad, antiimperialista y antifascista, sanmartiniana, que es solidaria con Siria y denuncia la intervención imperialista, sionista, turca y de los terroristas de HTS.

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