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Macri es parte de la oleada conservadora continental

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Hay más nubarrones de tormenta para nuestros pueblos, pero no sólo del río Bravo hacia Ushuaia sino ahora, con Donald Trump, también en el norte del continente.

Sin menospreciar el triunfo del empresario de derecha Horacio Cartes, por el reaccionario Partido Colorado en Paraguay, los dramas mayores comenzaron con el afianzamiento de la Alianza del Pacífico, integrada por Chile, Perú, Colombia y México, pero con el patrocinio de Estados Unidos.

Luego vino el golpe duro de la victoria de Mauricio Macri en Argentina y el inicio de su gestión neoliberal y antiobrera. Se han cumplido once meses de una tragedia anunciada, con miles de despidos, recesión, tarifazos, pago a los fondos buitres y creciente represión. Además, y esto también importa mucho, Macri estimuló y avaló el golpe institucional en Brasil, dando “normalidad” a la bestialidad de destitución de Dilma Rousseff. También tejió, con Temer y Cartes, la operación contra Venezuela para impedirle desarrollar su presidencia temporal del Mercosur y amenazarla con expulsarla de allí con pretextos varios.

Esa derecha del Mercosur estaba actuando en banda con el imperio para su campaña destituyente y violenta en Venezuela, que procura echar de Miraflores al presidente constitucional Nicolás Maduro. Que por estos días se haya abierto una tregua y diálogo no puede hacernos perder de vista que el golpe de Estado allá no ha sido conjurado. Está en pausa. En cualquier momento vuelven a las guarimbas.

Pegar en la cabeza de Venezuela es también acogotar a la docena de países que integran el ALBA, Alianza Bolivariana de Nuestra América, entre otras a su socio co-fundador, la gloriosa Cuba socialista. El misil estadounidense contra Caracas también apunta por elevación contra La Habana, La Paz, Quito, Managua, etc.

Si el panorama tenía muchos visos de sombrío, con la victoria del ultraderechista y reaccionario Donald Trump por el partido Republicano, en las recientes elecciones de Estados Unidos, ahora se puso más peligroso (ver pág. 16).

Si el magnate bimillonario cumpliera algunas de sus promesas de campaña, a lo sumo podrían mejorar un tanto las condiciones de vida de sectores fabriles de zonas postergadas que lo votaron y de ámbitos rurales. Es muy dudoso, pero aún suponiendo que haga algo positivo en esa materia, su futura administración será favorable a los monopolios, contraria a los inmigrantes, latinos y mujeres; adversa al aborto legal y el matrimonio igualitario, agresiva para con los países socialistas como China y Cuba, etc.

Políticos de Argentina que dicen defender causas nacionales, como Guillermo Moreno, peronista-kirchnerista, afirmó que el triunfo de Trump sirve para poner en discusión “el vector nacional de la economía”. Es falso. Una cosa es el “vector nacional” en un país oprimido del Tercer Mundo, donde tiene un papel positivo, y otra muy diferente lo es en una superpotencia como EE UU, donde tiene otro muy negativo.

Los políticos más reaccionarios de estas latitudes están muy contentos con la victoria de Trump. Otro tanto ocurre con los neonazis de Marine Le Pen en Francia, los fachos de UKIP de Nigel Farage en el Reino Unido, los de Amanecer Dorado de Grecia, los xenófobos gobernantes de Hungría, etc. Esa escoria siente que ha ganado uno de los suyos y se fortalece esa causa antipopular.

La derecha tradicional que venía con muy buenas relaciones con la administración Obama, caso del gobierno de Juan Manuel Santos en Colombia y Macri en nuestro país, dieron un giro de cara a una excelente relación con quien asumirá el 20 de enero.

Macri y su canciller Malcorra revisaron su postura inicial pro-Hillary y comenzaron a succionar los calcetines al magnate. Y otro tanto hizo Santos, quien declaró que Colombia siempre fue el socio estratégico de Estados Unidos en la región y quiere seguir siéndolo. Busca mantenerse como el chupamedias mayor, el que cedió bases militares al Pentágono y el Comando Sur, que apuntaban no sólo a generalizar la guerra contra las FARC sino también a intervenir contra la Venezuela bolivariana.

La mejor política regional ha sido la de Cuba. Como corresponde a países de diferente sistema social que mantienen relaciones diplomáticas, Raúl Castro envió el jueves 10 un mensaje a Trump: “en ocasión de su elección como Presidente de los Estados Unidos de América le traslado felicitaciones”.  Lo cortés no quita lo valiente. Pero el 9, el ministerio de las FAR publicó que, “como parte de la preparación del país para la defensa, del 16 al 18 de noviembre, se desarrollará el Ejercicio Estratégico Bastión 2016. El mismo tiene como objetivo entrenar a los órganos de dirección y de mando de las diferentes estructuras encargadas de la defensa nacional y territorial, en la organización del trabajo en interés de elevar la disposición del país para la defensa y la preparación de las tropas y la población para enfrentar las diferentes acciones del enemigo”.

Ellos siguen el consejo del Che: “no confiar en el imperialismo ni un tantico así, nada”. Cuba sigue siendo la vanguardia que ayuda a los latinoamericanos a aguantar a pie firme esta oleada conservadora en el continente, y a luchar y acumular fuerzas hacia la próxima ofensiva de nuestros pueblos. Que no hubo fin de la historia.

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