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La deuda externa es impagable

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El de Macri es el gobierno que más incrementó la deuda externa en términos absolutos: emitió u$d 187.706 millones, llevando la deuda externa total a casi u$d 277.921 millones, según el INDEC, aunque el stock total de deuda según el Ministerio de Finanzas alcanza los u$d 332.192 millones.

Este endeudamiento tremendo sería un obstáculo insalvable para un futuro gobierno que decidiera reconocerla, ya que la única posibilidad de hacerle frente sería a costa de ajustes cada vez más violentos contra el conjunto de la población.

Veamos algunos números:

En 2020 vencen u$d 22.800 millones de la deuda externa; hasta 2023, la suma comprometida alcanzará los u$d 156.220 millones.

Durante el año pasado, el PBI sumó u$d 475.000 millones, según estimó el Fondo Monetario Internacional en su publicación “Perspectivas Económicas Mundiales”; y para este año será menor, según las previsiones del organismo que dicta las políticas del gobierno de Macri 

Esos números significan que los vencimientos de deuda del año próximo totalizarán alrededor del 5% del PBI, monto comparable al que se destina a Educación. Si la caída en la producción es mayor, y si el peso se devalúa sensiblemente, el peso de la deuda será aún mayor.

Las cifras se refieren al primer año del mandato del próximo gobierno; un año después, el Fondo Monetario espera empezar a recibir la devolución del crédito stand-by que ha permitido al gobierno de Macri no caer en cesación de pagos, mantener a buen ritmo la fuga de capitales y las ganancias de los especuladores financieros.

Es evidente que atender esos pagos significará una terrible sangría para el país; lo más grave es que la deuda no se originó en créditos al país para obras ni desarrollo.

 

LOS BENEFICIARIOS DE SIEMPRE

Gabriela Michetti ya había adelantado antes de asumir la que sería la posición de su gobierno sobre el tema: “endeudarse es algo sano”, dijo ante El Tribuno de Salta apenas unos días antes del balotaje de 2015. Un par de años más tarde, volvió a defender la toma de deuda mintiendo ante Mauro Viale que se tomaban créditos para pagar “la asignación universal” por hijo; sin embargo, la realidad es que los fondos se destinaron a solventar la especulación financiera y la fuga de capitales.

Entre comienzos de 2016 y fines de 2018, casi u$d 60.000 millones se fugaron, mediante la compra privada de dólares, remesas al exterior y otros mecanismos. En los tres primeros meses de este año, la cifra se incrementó en otros u$d 4.700 millones. Algunos estudios, como el del Observatorio de la Deuda Externa de la UMET, aseguran que la fuga superó los u$d 90.000 millones, más de la mitad de la deuda emitida por el macrismo.

Otro correlato del endeudamiento fueron las ganancias siderales de los bancos, que ganaron jugosas comisiones por las emisiones, además de beneficiarse con las tasas más altas del mundo, que el gobierno concedió para moderar la presión sobre el dólar.

El cóctel de deuda, tasas altas y recesión ya estuvieron presentes en otros momentos de la historia argentina. El gran envión del endeudamiento surgió con la dictadura, que estatizó la deuda de grandes empresas privadas y facilitó operaciones ruinosas para el país. Esa política fue claramente expuesta en julio del 2000, en el fallo del juez Jorge Ballestero en base a la presentación de Alejandro Olmos y contando con abundantes peritajes de expertos que revelaron “existencia de un vínculo explícito entre la deuda externa, la entrada de capital externo de corto plazo y altas tasas de interés en el mercado interno y el sacrificio correspondiente del presupuesto nacional”. Son claras las similitudes con la política del macrismo.

Las consecuencias en la economía real son inocultables: miseria creciente, ingresos cada vez menores para la mayoría de la población, caída de la producción, destrucción del sistema científico tecnológico, desguace de la salud y la educación públicas, consecuencias que el gobierno sostiene con el aval de los medios concentrados, la persecución política y la represión.

Los orígenes de la deuda son espurios, tanto en la dictadura como en las operaciones del gobierno de la Alianza y los compromisos del gobierno actual, que incluyen el préstamo stand-by del FMI por el que ahora el organismo y el macrismo buscan asegurar la sumisión política.

Un proyecto popular, antiimperialista, que recupere los resortes esenciales de la economía, es el único camino para que no sea el pueblo en su conjunto el que deba pagar la fiesta de los bancos y los tenedores de deuda.

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